Un niño obstinado, terco o caprichoso es el que no acepta órdenes, ni sugerencias, peticiones, ni consejos. Es un niño reacio a la obediencia y al cumplimiento de algunas reglas. A todo lo que les piden los padres, su respuesta es siempre negativa y su actitud rígida. Está en desacuerdo con todo, y lleva la contraria.
Es absolutamente normal que en unos periodos determinados, entre los 3 y 4 años de edad, el niño se muestre terco. Con frecuencia estos niños sólo manifiestan de manera visible un problema que los angustia o aqueja y que no pueden resolver utilizando métodos tradicionales. De hecho muchos psicólogos llaman a esta etapa “la pequeña adolescencia” pues el vocabulario del niño se llena de “no”, “no quiero”, o “yo no”.
Durante este periodo es importante señalar que el niño es muy egocéntrico y tiene una forma de actuar bastante egoísta. Ocurre que el niño ha descubierto su “yo” y está comenzando a formarlo y a diferenciarse respecto de su entorno.
El niño terco en esta edad, puede presentar a menudo comportamientos de enojo, capricho oponiéndose a todo lo que se le ofrece. Sin embargo, es importante que como adultos entendamos sus sentimientos y que supone la formación de su personalidad.
Paciencia…
Parece ser que una de las alternativas propuestas por los profesionales es llenarse de paciencia. Comprender que el niño está construyendo su propia personalidad y que para él es imprescindible la elaboración de los límites pues esto lo diferencia del resto.
La comprensión es fundamental
Comprender también que esta etapa es transitoria y que, antes de reaccionar de forma abrupta lo mejor es respirar y volver a la calma.
Límites
Es importante establecer límites aunque sin autoritarismo. Marcar aquello que el niño puede hacer y aquello que no puede hacer resulta ser fundamental para no pasar el límite y comenzar a criar niños con falta de límites o de autoridad. Hay que tener especial cuidado en este aspecto: poner límites pero no “a todo” lo que hace el niño, pues podríamos estar coartando su imaginación y su sentido de la libertad en formación.
Por eso es importante establecer límites con sutileza y no con la agresión física. Más bien es recomendable el empleo de palabras que ellos comprendan.
No ponerse a la altura del niño
Respetar la terquedad pero no aceptarla como algo constante. También es muy importante no reaccionar de igual forma. Si el niño es terco, como padres no debemos reaccionar de igual manera.
No utilizar la fuerza física
En estos casos nunca es aconsejable emplear una acción brusca con el niño pues sólo conseguiremos que su terquedad avance más. Tampoco hay que perder de vista que estos niños están en la edad de probar los límites adultos.
Realizar actividades recreativa para canalizar la construcción del “yo”
También se puede utilizar esa terquedad como una manifestación de la vida interna del niño. Por eso es recomendable que comiencen a realizar cualquier actividad que les permita expresarse (deportes, baile, dibujo, juegos, etc) así podremos encauzar la angustia que tiene el niño tras la necesidad de poner límites al exterior.
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